El banquete divino

—Somos como el tiempo perdido, como palabras dichas al oído de nadie —le cantaba al oído suavecito, mientras acariciaba los pómulos angulosos, manchados por lágrimas que iban deslizándose, llevándose el rímel. El sol entraba tímido por la ventana, abierta de casualidad. Solían vivir con las persianas bajas, de manera que poco se distinguía el día de la noche, ...

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